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sábado, 26 de noviembre de 2011

Una cosa fea

Una cosa fea, pero fea de verdad: el nuevo Aeropuerto de La Palma.

El viejo era agradable, de un tamaño adecuado, claro y luminoso, amplio, con un barecito en la esquina que conocíamos bien, con unos preciosos cuadros de la Caldera bien colocados, con plantas y ornamentado en madera al más puro estilo palmero. Un aeropuerto familiar y querido, donde al llegar te sentías llegar a casa, y donde al partir podías comprar puros palmeros elaborados allí mismo y esperar en un sitio agradable, con unos jardincitos entre los aviones y tú, una zona de facturación diáfana y agradable, una organización sencilla pero efectiva y un personal que era como una familia.

Ahora el nuevo aeropuerto es feo, gris (literalmente), poco agradable, oclusivo, muy largo y estrecho, complicado a la vista (no sólo en planta sino también por todas las tuberías del techo y las zonas muertas acristaladas). Los preciosos cuadros ahora están al alcance de la mano de cualquier niño maleducado que quiera toquetearlos, y de frente al sol donde se estropearán. No hay nada de la madera al estilo palmero, con sus cuarterones. Toda la zona es oscura, el embarque se realiza desde la planta alta, pero bajando escaleras (además innecesariamente duplicadas) y llegando al avión a pie como siempre.

Dicen que lo hicieron para potenciar el turismo: mentira. Alguien se habrá beneficiado, pero no el sector turístico de la isla: estando planeado para tres millones de pasajeros anuales, mueve apenas uno. Mientras el aeropuerto viejo era un ir y venir constante, sin prisa, de extranjeros con ganas de senderismo, sin prisa, en una isla sin prisa, el nuevo aeropuerto pretende tener el aspecto de uno de esos aeropuertos de masas como el Reina Sofía, está hecho a mayor gloria de la fealdad sin personalidad ninguna. Porque el aeropuerto viejo era realmente palmero, y este nuevo podría estar lo mismo en Madrid que en Berlin. Mientras antes los extranjeros sentían La Palma desde que desembarcaban, ahora (si van a sol y playa en Los Cancajos) no la sienten en ningún momento.

¿Es esto lo que queremos para Canarias? ¿Una arquitectura supuestamente racional, pero impersonal y fea, y nada a la medida del entorno?

Yo no.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Ahora le toca a Rajoy

Bueno, 186 diputados deberían dar para mucho. Para empezar, deberían servir para gobernar sin estar haciendo estúpidas concesiones a los nacionalistos o regionalistos del signo que sean o de donde sean. Desde mi punto de vista, algo así le venía haciendo falta a este país: un gobierno fuerte, con los pantalones en su sitio. Me da igual que sea de un partido que de otro: para mí lo ideal sería que fuera un gobierno a la alemana (o a la vasca): los dos grandes partidos unidos por lo que merece la pena.

A ver ahora, Sr. Rajoy, aquí le esperamos. No voy a decir que con sus promesas en la mano, porque anda que gallegueó en la campaña, y no prometió mucho. Pero le esperamos con nuestras esperanzas en la mano: cambio, salida de la crisis, empleo para la mayoría (que ya sabemos que para todos no se puede), trabajos dignos, España fuera del disparadero, reducción del paro juvenil, pensiones suficientes y sanidad y educación públicas y de calidad.

Le hemos dado cuatro años de manos libres para ello. A ver qué hace, porque la sociedad española le estará vigilando. No lo olvide, España no es de derechas, simplemente ha castigado a los inútiles que le precedieron.