La Cena de los Idiotas
Este fin de semana fuimos a Las Palmas, a ver la representación de La Cena de los idiotas en el Teatro Cuyás. Aparte de un viaje de ida y vuelta en "la guagua" (Naviera Armas, y digo "la guagua" por que así es como los canarios deberíamos considerar los barcos entre islas, como algo simple, natural y que se coge a menudo) fue un trabajo agotador.
El impresionante trabajo de Agustín Jiménez, así como las propias situaciones del guión de Veber, hicieron que no paráramos de reír durante la mayor parte de la obra, hasta el punto del riesgo de muerte por asfixia. A Agustín Jiménez le daba la réplica Josema Yuste, con un trabajo bien hecho, pero con evidentes reminiscencias de su estilo propio (que en esta obra se agradecen), formando un dúo imposible de conciliar y que sin embargo funciona estupendamente sobre el escenario.
Junto a ellos, también grande en su doble papel, Félix Álvarez "Felisuco", con evidentes problemas de dicción que ninguno de los otros personajes se atrevía a comentar. Acompañando, José Luis Mosquera, Esperanza Lemos y Natalia Ruiz, redondeando una obra en la que absolutamente nada sale como se espera, ni siquiera cuando sale bien.
Narra la obra las tribulaciones de un editor de éxito (Josema Yuste) que, por culpa de un repentino lumbago, no puede acudir a la cena que tenía planeada: una cena de idiotas. Se trata de una cena de amigos en la que cada uno lleva como invitado a la persona más idiota que haya podido encontrar. Sin embargo, dado que el idiota en cuestión (Agustín Jiménez) ya estaba invitado, nuestro editor intenta aprovechar la ocasión para conocerlo mejor antes de la cena, que ha sido aplazada una semana. Una casualidad relacionada con el lumbago y un teléfono da comienzo a una serie de catástrofes, a cual mayor, que acaban implicando a un amigo del editor (José Luis Mosquera) y a un inspector de Hacienda (Felisuco) del que tendría miedo el propio Urdangarín.
El montaje, sencillo y tremendamente efectivo, así como la propia presentación de la obra a los espectadores («Bienvenidos señores y señoras, e incluso gentuza, con tal de que hayan pagado la entrada») crean el ambiente para una comedia extremadamente cuidada y trabajada, pero a la vez muy efectiva y completamente hilarante, en la que se demuestra que, tal vez, los idiotas no son quienes creemos que lo son.
El impresionante trabajo de Agustín Jiménez, así como las propias situaciones del guión de Veber, hicieron que no paráramos de reír durante la mayor parte de la obra, hasta el punto del riesgo de muerte por asfixia. A Agustín Jiménez le daba la réplica Josema Yuste, con un trabajo bien hecho, pero con evidentes reminiscencias de su estilo propio (que en esta obra se agradecen), formando un dúo imposible de conciliar y que sin embargo funciona estupendamente sobre el escenario.
Junto a ellos, también grande en su doble papel, Félix Álvarez "Felisuco", con evidentes problemas de dicción que ninguno de los otros personajes se atrevía a comentar. Acompañando, José Luis Mosquera, Esperanza Lemos y Natalia Ruiz, redondeando una obra en la que absolutamente nada sale como se espera, ni siquiera cuando sale bien.
Narra la obra las tribulaciones de un editor de éxito (Josema Yuste) que, por culpa de un repentino lumbago, no puede acudir a la cena que tenía planeada: una cena de idiotas. Se trata de una cena de amigos en la que cada uno lleva como invitado a la persona más idiota que haya podido encontrar. Sin embargo, dado que el idiota en cuestión (Agustín Jiménez) ya estaba invitado, nuestro editor intenta aprovechar la ocasión para conocerlo mejor antes de la cena, que ha sido aplazada una semana. Una casualidad relacionada con el lumbago y un teléfono da comienzo a una serie de catástrofes, a cual mayor, que acaban implicando a un amigo del editor (José Luis Mosquera) y a un inspector de Hacienda (Felisuco) del que tendría miedo el propio Urdangarín.
El montaje, sencillo y tremendamente efectivo, así como la propia presentación de la obra a los espectadores («Bienvenidos señores y señoras, e incluso gentuza, con tal de que hayan pagado la entrada») crean el ambiente para una comedia extremadamente cuidada y trabajada, pero a la vez muy efectiva y completamente hilarante, en la que se demuestra que, tal vez, los idiotas no son quienes creemos que lo son.
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