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miércoles, 22 de agosto de 2007

Negro sobre blanco

La ley me impide renunciar a mis derechos. Es así de simple.

Si firmo un contrato que dice que renuncio a mi fuero propio y me someto a los juzgados y tribunales de Madrid, por ejemplo, simplemente es como si esa cláusula no estuviera en el papel. Es nula de pleno derecho, porque la ley no me deja renunciar a mi derecho a poner una demanda acerca de ese contrato en otro sitio. Aunque lo haya firmado.

Si firmo un contrato que dice que en caso de conflicto correrán de mi cuenta y cargo los gastos judiciales y/o extrajudiciales que ello ocasione, incluso los honorarios del abogado y derechos de procurador de que se valga la otra parte, aún cuando su intervención no fuera preceptiva y no existiere condena en costas es igual de nulo. Y además, puede que sea un intento de estafa. Si el juez no me condena en costas, el contrato no puede obligarme a pagar los gastos de la otra parte.

El caso es que esas y otras cláusulas semejantes siguen apareciendo, aún hoy, negro sobre blanco en contratos recién redactados.

Y los seguimos firmando sin quejarnos.

¿Realmente nos merecemos que la Ley nos proteja de esa manera, si no protestamos nosotros mismos?

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