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jueves, 22 de noviembre de 2007

Días de clases y fútbol

Cuando llegué a Valencia no sabía en qué iba a consistir mi vida. Hoy ya puedo decir que de clases y fútbol.

Clases.

Hace seis años que no tenía clases. Las había dejado atrás cuando hice quinto de carrera. Ahora resulta que soy todo un Licenciado, y me ponen clases, en un Máster.

¿A dónde va a ir a parar la educación universitaria en éste país? No es ya que los alumnos lleguen a primero de carrera sin saber sumar fracciones. Que ya es algo que tiene delito. No hablo de que si les piden que dibujen las fuerzas que actúan sobre un proyectil en vuelo no lo hagan bien. Que por cierto, para los que duden, sólo hay una, el peso. No me refiero a que no tengan ni idea de quién fue el Conde-Duque de Olivares. O Godoy. No me refiero a que para ellos Pérez Galdós sea una calle o Don Juan de Austria un centro comercial.

Me refiero a que no sólo es malo el nivel de entrada de los alumnos, sino a que el nivel de exigencia de los profesores es pésimo también. Un alumno no debería aprobar Mecánica Cuántica sin saber qué significa la Ecuación de Schrödinger. No me refiero a saberse la ecuación (que algunos tampoco se la saben) sino a comprenderla. No entiendo cómo sacan la carrera de Derecho personas con faltas de ortografía, cómo se licencian en Matemáticas personas incapaces de comprender el grado de fiabilidad de una encuesta ni cómo sacan Física personas que nunca supieron resolver problemas de estabilidad.

Y peor, esa mediocridad la pagamos todos. El nivel general de cultura general, valga la redundancia, de los universitarios desciende año tras año. Y luego son esos universitarios los que darán clase a los niños de mañana.

Y peor, tenemos en España la costumbre de que el que no vale, a Magisterio. Quien no es capaz de sacar una Licenciatura completa, se cambia de carrera a la Diplomatura de Magisterio, que "es más fácil". Y no debería serlo.

Magisterio debería ser la carrera más exigente de todas, quizá incluso más que Medicina. No olvidemos que son los maestros los que formarán (y no me refiero sólo a dar conocimientos) a todos los que serán adultos dentro de un par de generaciones. Ahí tenemos los ejemplos de los países nórdicos, donde el nivel de los alumnos en el informe PISA sube año tras año. Allí los profesores están motivados, bien pagados y respetados por los padres. Pero, sobre todo, bien formados. Son los mejores alumnos de cada promoción en los institutos los que son seleccionados para estudiar Magisterio.

Menos mal que en éste país nos queda el fútbol. Me voy al partido.

Por cierto, un partido de Becarios de Investigación. Compartimos varias cosas aparte del balón: no se nos considera trabajadores (no cotizamos), no tenemos seguro de qué vamos a comer el año que viene, y producimos la ciencia y la tecnología punteras de España.

Quizá algunos de nosotros deberíamos haber sido profesores, en vez de nuestros compañeros que abandonaron las carreras que nosotros acabamos para hacer Magisterio.

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