La decente
Otra vez he ido a una sesión de esa de las Bellas Artes que es única cada vez. Mientras que Arquitectura, Poesía, Pintura, Escultura se hacen una vez y luego, cada vez que se disfrutan son exactamente iguales, salvo el estado propio de cada cual, y la Música, si bien es distinta cada vez que se toca, es interpretada para el público pero sin interactuar con éste, esa parte de la Danza que queda al cuidado de Talía es realmente única cada vez, ya que los actores congenian con el público, lo notan, hacen guiños, o esperan a seguir cuando surge un aplauso fuera de tiempo.
Esta vez mi suerte me llevó otra vez a Miguel Mihura, y digo suerte porque fui invitado sin saber a qué obra asistiría. El rey del absurdo escribió en 1967 La decente, una comedia policiaca ambientada en aquél mismo verano, donde la denuncia esta vez, aparte de la cómica contra los aparatos eléctricos «modernos», es contra la imposibilidad (entonces) de abandonar el barco que se hunde cuando éste ha sido santificado por el sacramento del Matrimonio.
La obra se estrenó con escenografía de Gil Parrondo y vestuario de Elio Bernhayer, y la versión que Gustavo Pérez Puig trajo al Teatro Olympia de Valencia goza (y los espectadores gozamos) de la escenografía original, como lo son los trajes de la actriz principal.
Ésta, Victoria Vera, Nuria, la decente que da título a la obra, da la réplica a un magnífico Manuel Galiana, Roberto, hoy desaprovechado en televisión, que se encuentra como pez en el agua ante el público con el absurdo y ácido humor de Mihura. El reparto que me hizo disfrutar lo completan Ana María Vidal como la respondona María y Juan Calot como el pesado Comisario, ambos completamente entregados y metidos en sus papeles, y los jóvenes Andrés Arenas y Antonia Paso, correctos, cerrando el círculo.
Una vez más, aparte de pasarlo estupendamente, Mihura me ha hecho mirar con un poco más de compasión al género humano.
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